Por: Santiago Nardini
Diversas investigaciones resaltan que la pobreza infantil afecta el desarrollo de los niños y niñas de manera transversal, teniendo consecuencias en su escolaridad, salud, posibilidad de generar ingresos, entre otros problemas para su futuro. Está ampliamente demostrado que económica y socialmente, resulta mucho más costoso reparar los daños de la pobreza infantil cuando provoca consecuencias en la edad adulta, que prevenirla, y en España este problema afecta a casi un tercio de los niños y niñas, por lo que es un problema estructural de la sociedad en su conjunto, y no solo de las familias vulnerables. ¿Cómo podemos prevenir esto? ¿Qué medidas concretas existen en otros países? ¿Cómo podemos incluir a la infancia en el nuevo contrato social?
Para responder a estas preguntas, el pasado 19 de septiembre organizamos una nueva conversación en el marco de los II Diálogos para el Día Después, que tienen como propósito impulsar un nuevo contrato social, a través de diferentes espacios de encuentro. Queríamos entender cómo es posible lograr que el cuidado de la infancia vulnerable y las nuevas generaciones se convierta en un asunto de interés de la sociedad española en su conjunto, y por ello contamos con la participación de Olga Cantó, profesora de teoría económica de la Universidad de Alcalá y especialista en análisis de la distribución de la renta y la riqueza, pobreza infantil, el mercado de trabajo y el impacto distributivo de las políticas públicas; Sophie Collyer, directora de investigación del Center on Poverty and Social Policy de la Columbia University; Ricardo Ibarra, director de la Plataforma de Infancia de España; y Luis Díaz Muñoz, trabajador social especializado en familias, niños y niñas.
Según comentó Olga Cantó, España está a la cabeza de las tasas de pobreza infantil en Europa, estableciendo que “no es algo nuevo en el país, de hecho con estudios de los 90 ya se veía que desde mediados de los 70 la pobreza infantil ha sido alta. Somos una sociedad con una clase media muy condicionada por la pobreza”. La pobreza infantil se calcula como una familia con dos menores de 14 años y 2 adultos, con ingresos de entre 1600 y 1800 € al mes, con los cuales deben pagar vivienda, hipoteca y resto de facturas del hogar. Este umbral, utilizado por la UE de forma consensuada, establece que los miembros de esa familia tienen dificultades para tener un nivel de vida digno.
Respecto a la actualidad en España, la especialista señaló que “lo importante no es solo a quién le afecta esa necesidad de renta sino cuánto de grande es esa necesidad. Hay menores más cerca del umbral y otros más alejados. Pero la pobreza ha aumentado su intensidad en los últimos años, con faltas de ingresos mucho mayores. Y aún más, los últimos resultados de las investigaciones están mostrando que esta pobreza infantil se está cronificando. Durante los 90 era una situación transitoria mayormente, es decir que duraba entre 1 y 2 años como mucho, teniendo un impacto más leve en el futuro de los menores. Pero desde 2006 la pobreza crónica prácticamente se ha doblado. De haber un 10% de menores crónicos, osea 3 años o más por debajo del umbral de la pobreza, hemos pasado casi a un 20%.”
A través de diversos estudios colaborativos en los que se está midiendo el coste social de la pobreza infantil, Olga Cantó estableció que “estamos concluyendo que el coste está creciendo, y que si conseguimos invertir en los menores hoy, ahorraremos mucho dinero en el futuro en prestaciones sociales, reducción de la violencia social, etc. Este gasto en infancia es una inversión en cómo ha de ser la sociedad futura”.

Políticas para paliar la pobreza infantil en EEUU
Basándose en diversos estudios respecto a la pobreza infantil y el Child Tax Credit en los Estados Unidos, Sophie Collyer nos contó sobre las medidas que se tomaron para paliar la pobreza infantil en dicho país. Explicó que durante la pandemia de la COVID-19, bajo el Plan de Rescate Americano (American Rescue Plan), se buscó aumentar las ayudas estatales transversalmente para enfrentar la pandemia. Previo a esto, el país contaba con una de las tasas más altas de pobreza infantil dentro de los países de la OCDE, llegando a tener un niño cada siete (10 millones) viviendo en pobreza y 12.5 millones con inseguridad alimentaria. Estas cifras cayeron drásticamente en 2021 debido a la expansión temporal de la política del Child Tax Credit.
En este sentido, Sophie Collyer señaló los principales cambios que generó esta política: “En primer lugar, incrementó los niveles de beneficios anuales a USD $3.000 por niño entre 6 y 17 años y USD $3.600 bajo los 6 años, en contraste a los USD $2.000 que se entregaban pre-pandemia. En segundo lugar, expandió los criterios de elegibilidad para aumentar la cantidad de beneficiarios, y en tercer lugar, se realizaron pagos mensuales en vez de anuales”.
Entre los principales impactos positivos destacó la caída brusca de un 30% en junio de la pobreza infantil, que se mantuvo durante el año hasta el último pago, en donde se ve un rápido aumento del índice de pobreza infantil mensual. “Durante estos meses, 3,8 millones de niños y niñas aproximadamente salieron de la pobreza, lo cual se tradujo en una mayor cobertura de alimentación, pago de facturas, reducción de índices de hambre, sin haber reducción en los índices de empleo”. Por otro lado, comentó que “diversos estudios han demostrado un mejor rendimiento escolar y laboral, pero sobre todo, muestran que los beneficios a largo plazo pueden superar hasta en 8 veces los costos iniciales.” Por último, concluyó que la pandemia ha traído muchas enseñanzas respecto a la importancia de implementar ayudas como esta.
Finalmente, Luis Díaz Muñoz, trabajador social especializado en familias, niños y niñas, desarrolló algunos elementos fundamentales respecto a la intervención mediante los servicios sociales de atención primaria con familias que están experimentando pobreza infantil. “El objetivo principal de estas intervenciones” -destacó- “es que las personas puedan ser autónomas y que tengan la capacidad de decidir cómo viven su vida”. En este sentido, se genera una vinculación muy importante con una respuesta colaborativa y transversal, en donde un elemento fundamental de trabajo es “la dimensión desde la que intervenimos. La pobreza infantil es un problema de todos, un problema social. Las personas sufren las consecuencias de una situación estructural, que es lo que provoca la pobreza. Desde ahí, hay que plantear soluciones colectivas desde los ámbitos en los que se expresa la pobreza infantil”.
En conclusión, el abordaje debe ser integral, es decir desde todos los sectores, centros, colegios, políticas públicas, medidas económicas y fiscales, con lo cual para alcanzar acuerdos para afrontar las grandes crisis actuales se requiere generar una conversación donde estén incluidos todos los actores de la sociedad.