La III edición de los Diálogos para el Día Después comenzó abordando el estado actual de las democracias y los retos que enfrentan en el contexto contemporáneo. El panel titulado “¿Qué democracias necesitamos hoy?”, se desarrolló con enfoque en cómo transformar las democracias ante los desafíos del momento. Cristina Monge, socióloga y profesora de la Universidad de Zaragoza, moderó la discusión, que contó con la participación de Marita Zambrana, representante del proyecto (Des)bordando Democracia, y Quim Brugué, catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Girona.
Cristina Monge comenzó su intervención contextualizando la crisis que, a su juicio, atraviesan las democracias actuales. «El contrato social no es más que las reglas que regulan nuestra convivencia», explicó, añadiendo que «en los últimos tiempos hemos visto cómo este se ha comenzado a quebrar en algunos contextos». Su visión sobre la crisis de la democracia se centra en la creciente desconfianza hacia las instituciones fundamentales, como el gobierno, el parlamento y los partidos políticos. «Podríamos decir que vivimos una crisis de la democracia», advirtió. Monge subrayó que, más allá de reformar las instituciones, es crucial devolver la confianza a la ciudadanía. «¿Quién articula la conversación pública?», preguntó, subrayando la importancia de los medios de comunicación en este proceso.
A continuación, Quim Brugué, catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Girona, tomó la palabra y ofreció una reflexión sobre la naturaleza frágil de la democracia. «La democracia es muy frágil, pero es en esta fragilidad donde está su fortaleza», afirmó. A través de un repaso histórico, explicó cómo la democracia ha atravesado múltiples crisis a lo largo del tiempo, y cómo, a pesar de todo, ha logrado mantenerse como un sistema esencial para la convivencia social. «Recién en el siglo XVII vuelve a aparecer con cierta fortaleza», señaló, subrayando que esta fragilidad exige atención y cuidado constante para que la democracia pueda seguir evolucionando.
Brugué también abordó los problemas actuales que enfrenta la democracia. Si bien reconoce que las instituciones políticas necesitan mejoras, sostiene que el problema no radica exclusivamente en ellas, ni en los políticos, a quienes considera un reflejo de la sociedad. «Trasladar la responsabilidad a una clase política me parece simplista«, criticó. Para Brugué, el verdadero desafío está en la relación entre economía y política: «La economía está controlando la democracia. El lenguaje de la economía ha colonizado la política y eso es grave», explicó, poniendo como ejemplo el uso del término «maximizar», típico del ámbito económico, que ha permeado el discurso político, convirtiendo a la política en una suerte de mercado. Esta lógica individualista, advirtió, dificulta el funcionamiento de la democracia.
Otro aspecto clave de su intervención fue la cuestión de la desigualdad. «¿Cuánta desigualdad puede soportar la democracia?», se preguntó, destacando que la democracia solo puede sostenerse sobre una base de igualdad, algo que hoy está en riesgo. Para Brugué, la democracia se construye a partir de intereses compartidos y un proyecto común, pero esto se complica en una sociedad donde los ciudadanos se sienten aislados y desvinculados del colectivo. «Es difícil construir democracia sobre ciudadanos individualistas que no forman parte de algo común», sentenció. Además, expresó su preocupación por la creciente frustración e intolerancia que percibe en la sociedad actual, destacando la importancia de crear espacios para el diálogo y la escucha activa.